domingo, 30 de octubre de 2011

Italia I


Milán

Después de una breve parada en Suiza que no voy a comentar porque perdí el cargador de la máquina en el camino y no tengo ni una foto. Las vías de tren me llevaron a la tierra de mis ancestros maternos, la bella Italia.

La primera parada fue en Milano. En parte porque ahí vive mi tío Giuseppe y quería visitarlo, pero también porque me daba curiosidad conocer el lugar donde mi tía y primo vivieron durante unos años.

Me habían advertido que Milano era gris y triste. Puede que sea gris, muchos edificios y calles, y no tantos árboles y mucho menos colores. Pero no me pareció triste para nada. Mucha gente joven, muchas bicicletas y vespas (la clásica motoneta italiana) y mucho movimiento en general. Entre mi tío Beppe y su sobrino Andrea, también tuve la posibilidad de vivir por lo menos por unas horas la vida de un local.



Lo primero que hicimos fue ir a un lago que quedaba cerca de Milán, del cuál mis abuelos hablaron muchas veces. En medio de unos cerros, con pequeños pueblos dispersos sobre el camino que bordea el lago, costaba creer que el paisaje sea tan diferente al de Milán, estando tan cerca.


Comer pizza y tomar helado fue lo segundo. Indiscutible. Si no era eso, no hubiese sentido que estaba en Italia. Pero no es solo la pizza, los tanos son de buen comer y los sabores y las porciones no decepcionan para nada. Mi tío hasta improviso una cena completa un día con aperitivo, antipasto, pasta y postre en veinte minutos y no había nada que criticar. Los lácteos, frutas, verduras, fiambres y demases son de muy buena calidad por esas tierras y los platos italianos mantienen los sabores sencillos lo que produce una combinación ganadora, muy diferente de otras cocinas como la francesa.






Lo único que no me gusto demasiado de Milán era la cantidad excesiva de negocios de alta moda que poblaban las avenidas y los puntos importantes de la ciudad, y la cantidad de gente que paseaba por la ciudad vestida en esas ropas. Un desperdicio si me preguntan a mí, pero supongo que al igual que París, es parte de la cultura y “Milán” y “Moda” suelen ir de la mano.




Venecia

Con el impecable estado de los trenes en Europa y precios moderados, no fue difícil organizar una escapada de un día a Venecia.

Venecia es una ciudad pequeña. Limitada en muchos aspectos para mantener su espíritu y su fama. Es un poco sucia también, y por momentos hay olores que no le hacen justicia. Los ejércitos de turistas orientales disparan con sus cámaras sin descanso. Pero a pesar de todo, tiene un encanto único que es más fácil de sentir que de ver.





Para empezar, una ciudad sin ruedas. No hay autos ni vespas, su entrada esta prohibida. El medio de transporte son los barcos y eso ya la hace distinta a cualquier otra ciudad. Pero además las calles laberínticas que se cuelan entre los edificios todavía conservan un poco de misterio y los canales, barquitos y puentes están tan integrados a la ciudad que las calles pavimentadas parecen fuera de contexto.


Es fácil dejarse llevar y tratar de imaginar lo que debe haber sido la ciudad muchos años atrás, en la época de los grandes mercaderes y los desbordados lujos de la sociedad veneciana. Cuando el arte y las costumbres no posaban para las fotos de los turistas sino que se preparaban todo el año para los carnavales y los grandes banquetes reales.


Aunque hoy debe ser solo una sombra de lo que alguna vez supo ser, Venecia sigue siendo una ciudad única. Hermosa para visitar, pero tal vez un poco aburrida para vivir.

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