viernes, 23 de septiembre de 2011

Cadiz y el Puerto

Logre hacerme una escapada un fin de semana para visitar España una vez más antes de partir. Esta vez fue la región de Cádiz, al sur, donde mi prima lejana Lau me esperaba en un pueblito llamado Puerto de Santa María.

Después de una noche de colectivo medio pelo y combinación con un tren de última tecnología llegue el sábado a la mañana a un pueblito que todavía dormía cuando el sol comenzaba a salir. También dormía mi prima que la desperté para avisarle que estaba llegando. Pobre.

Puerto de Santa María (desde ahora Puerto porque es muy largo de escribir), es un pequeño pueblo a unos cuantos kilómetros al frente de Cádiz que da al mar. Con toda la belleza de un pueblo mediterráneo, esa magia gitana del sur de España y la calidez de un pueblo pequeño (por lo menos hasta que lo invaden las hordas turísticas).




La última vez que había visto a Laura había sido hacía muchos años, cuando todavía tenía rastas y se estaba yendo de mochilera al norte de Argentina a ayudar a los pueblos aborígenes. Así que no estaba muy seguro de con que me iba a encontrar. Pero ella y su esposo Jorge me recibieron con los brazos abiertos como si nunca hubiese pasado ni un día y ahí nomás comenzamos un fin de semana muy “acuático” que incluyó playa, surf, catamarán, kayak, viaje en bote a Cádiz y comer cosas marinas (una de esas fobias que tengo que dominar en algún momento). Fueron unas mini-vacaciones recreativas geniales en medio de tantos meses de “arduo” trabajo.





También pude conocer un poco más de la situación de los Indignados y los grupos activistas que se movilizan por España muy disconformes con la situación actual. En Cadiz por ejemplo, un grupo había tomado “Valcarce”, una construcción impresionante que fue donada al pueblo para su uso público y por arte de burocracia y corrupción estaba a punto de pasar a manos privadas. El grupo se instalo, y la estaba restaurando para utilizarla para brindar talleres gratuitos y un lugar de intercambio social para el pueblo.




Lamentablemente solo tenía dos días y tenía que volver a seguir trabajando en el juego, así que me despedí y tome el colectivo de vuelta el domingo a la noche para llegar justo a la hora de ir al trabajo. Como nunca todo salió en horario y el colectivo hizo tiempo record para llegar a Lisboa así que amanecí sentado contra las rejas del subte, como si fuera un vagabundo esperando que abran la estación. El sueño lo recuperé en el trabajo.



martes, 20 de septiembre de 2011

Marruecos

Marruecos fue un punto y aparte. Una línea divisora entre lo que esperaba conocer y lo que nunca hubiese imaginado.

Es verdad que Europa es otro estilo de vida, otra cultura. Pero gran parte de lo que somos los argentinos viene de ahí, y lo demás lo vimos en películas o lo leímos en libros. La mayor parte es realmente hermosa, no se puede discutir, pero de algún modo familiar, esperado, casi predecible. Pero Marruecos… eso es otra historia.




Fue cuando estuvimos esperando el cambio de avión en el aeropuerto de Casablanca que mi forma de ver las cosas comenzó a ponerse patas para arriba. ¿Cómo es posible que sepamos tan poco de una cultura tan diferente?. No se trata de la comida, ni de las vestimentas, mucho menos del idioma o de la forma de las construcciones. Es la forma de ser, de pensar, de actuar con el mundo y de tratarse entre ellos que no podía entender. Sabía que Marruecos era una mezcla de África y cultura Árabe, sabía que la mayoría del país es musulmán y que por ahí debe andar los camellos. Tenía una idea de que hacía mucho calor, y que los hombres tenían varias esposas. Pero de tener una idea a realmente ver la realidad al frente tuyo hay un salto muy grande que a mi personalmente me dejo realmente perdido.




Marrakech fue un bombardeo a los sentidos. El rojo de las paredes, el azul del cielo africano, el verde de las palmeras y el resto de los colores en los vestidos de las mujeres tapadas de pies a cabeza bajo los 47 grados del sol marroquí. Los olores de las especies, de los “tajines” siendo cocinados, el olor a chivo del taxista. Las texturas suaves de las sedas y alfombras, el frío de un jugo de naranja recién exprimido en la plaza, la arena hirviendo bajo los pies. Los llamados a oración de las mezquitas, los vendedores gritándote en siete idiomas, la bocina de la motito que casi te atropellan en medio de la vereda. Y todo invadiendo tu cuerpo al mismo momento es una orquesta de sensaciones que pocas veces sentí y que si bien es difícil de digerir al principio es imposible no dejarte llevar por tanta cultura que entender.

Essaouira fue la otra ciudad que visitamos y si bien no era muy diferente, el estar al lado del mar aportaba unos bienvenidos diez grados menos a la sensación térmica y los colores blancos y azules de las casas eran un descanso del rojo ladrillo de Marrakech.






La mayor parte del tiempo la pasamos en los mercados, negociando, regateando y haciéndonos los desinteresados para poder conseguir un “good price for you”. Regatear no es solo necesario, sino que es una actividad social. Es una falta de respeto preguntar un precio, dar media vuelta e irse. Así que antes de comprar uno tiene que estar dispuesto a invertir unos 15 o 20 minutos para pasar de 80 a 30 Dirham por unos lentes de sol truchos, o de 200 a 100 Dirham por una remera marroquí. Hasta me ofrecieron 4 camellos y dos lentes de sol por mi vieja.

Una cosa que todavía no logro digerir es lo que significa ser mujer en una cultura como esa. El 90% del cuerpo tapado incluso durante las horas de más calor o durante el trabajo. El contacto directo de los ojos con otros hombres es digno de castigo. La obediencia al sexo masculino, la impotencia, la discriminación. Incluso hubo momentos en que mi vieja preguntaba algo a algún vendedor y él me contestaba a mí, ignorándola completamente. Es duro, y todavía me cuesta entenderlo. Pero también aprendí que no estamos en condiciones de juzgarlos porque somos tan extraños para ellos como lo fueron para mí.







Si tuviese que recomendar un lugar para visitar de todos los que estuve hasta ahora. Marruecos sería definitivamente mi recomendación. Nunca estuve tan lejos de “casa” (y no midiendo en kilómetros), y con los sentidos tan dispuestos a entender.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Madrid Real

Pero que pasa Madrid? Con la Puerta del Sol ocupada con indignados y turistas por igual nos recibió la capital. Y esta vez es "nos" porque mi vieja se subio a un avion desde Salta y nos encontramos en el aeropuerto de Barajas. Para visitar Madrid y despues de unos dias ir a Marruecos.



El hotel donde paramos era "High Tech". Pensabamos que se referia a que estaba equipado con la ultima tecnologia, pero no. La gracia era que se parecia al interior de una nave de Star Trek, con un poco de telo con trama futurista. Pero estaba bien ubicado asi que nos cayó bien.



Madrid es mucho de lo que Barcelona no es. Todo lo que la ciudad catalana tenia de bohemia y libre, Madrid lo tiene de noble e implacable. Las primeras horas nos la pasamos caminando por las avenidas y viendo los edificios que las adornan. Hay algunos elegantes, otros increibles, otros grotescos, pero todo te mira desde arriba. En ese sentido, la ciudad se parece a otras grandes capitales y por momentos uno podria pensar que esta en Londres, New York, o alguna calle del centro Porteno.




La magia aparece cuando uno sigue una callecita que desemboca en una plaza gigante, que ocupa todo el interior de una manzana (o de varias). Los mismos edificios que antes te miraban desde arriba ahora rodean la plaza, como si fuera una muralla, una proteccion. Y entre la plaza y los edificios hay muchas mesas y sillas esperando que uno se siente a tomar unas sangrias y comer unas tapas en paz.



Hablando de tapas, Que manera de comer bien!. Cada una de las comidas durante esos dos dias estuvo "de puta madre" (perdon Barcelona pero eso lo tengo que admitir). El lugar mas especial fue sin duda el museo del Jamon: un bolichon con mas jamones colgados que gente, donde se come parado y todo el mundo se tira cosas y se grita las ordenes. Es un caos. Pero en el momento que el jamon crudo iberico o los champinones rellenos comienzan a bailar en el paladar el caos se vuelve musica clasica y ya no te acordas ni de que estabas parado hasta que terminaste de comer todo lo que tenias adelante (con sangria para bajar por supuesto).




También estuvimos por el Museo del Prado, un museo gigante que se supone tiene un montón de obras muy importantes. No debemos haber estado mas de 30 minutos ahí adentro que salimos disparados. Cientos y cientos de cuadros de santos, sacerdotes, infantes y nobles en general. Se que hay mucha gente que aprecia mucho todo lo que uno puede ver ahí adentro, pero no fue nuestro caso.




Y por supuesto después de haber ido al Camp Nou, tenía que ir al Bernabeu. Tenía que ver por que esa rivalidad, por que esa diferencia. El estadio es como Madrid, grande e imponente. Moderno, pero con un poco de nostalgia. El edificio en si es mucho mas impresionante que el del Barca, pero tengo que admitir que es mucho más frío, menos acogedor, menos personal. Y esa es la impresión que me quedo en general de Madrid. Hermosa pero impersonal.