En lo que yo pude ver durante estos cuatro meses, Lisboa me pareció la ciudad más Latinoamericana de Europa. No tanto en la arquitectura sino en las personas, en las costumbres y en el estilo de vida.
Poco tiene del impecable orden alemán, de la bohemia parisina y de las ruinas romanas. Pero tiene todo lo que se necesita para vivir feliz: muchas canchas de futbol 5, un castillo, un barrio que solo vive de noche y algunas playas.
Las playas no son increíbles en Lisboa (son mejores al Sur). El agua es bastante fría y suelen estar llenas los fines de semana pero son ideales para salir del trabajo y tirarse en la arena hasta que oscurece. También se puede ir a cenar en alguno de los barcitos que dan a la playa y tomarse unas sangrías. Nada mal.
El centro de Lisboa tiene su encanto. Entre los tranvías que suben y bajan las innumerables colinas, la vista del Castillo de San Jorge que protege la entrada de la bahía y las callecitas adoquinadas que se mezclan como en un laberinto, Esta es la parte de la ciudad que te recuerda que todavía estas en Europa.
A unos minutos del castillo esta el barrio de Belem. Una zona ahora turística pero que hace varios siglos vio partir y llegar miles de barcos cargados de especias de Asia, piedras preciosas y esclavos de África y marineros sin futuro que eran enviados a las colonias del Brasil y África. Es en este barrio donde se puede comer uno de los orgullos Lisbonenses (¿existe esa palabra?): Los “pasteis de Belem”. Una factura de hojaldre rellena de una “crema especial” tipo pastelera, dorados en el horno y cubiertos de azúcar impalpable.
El norte de la ciudad es una zona más bien residencial, de shoppings y de autopistas. Ahí es donde están los estadios de fútbol de dos de los tres equipos mas grande de Portugal: Benfica y Sporting.
Barrio Alto es un lugar muy especial. Es un área de cinco cuadras de lado, donde hay más restaurantes, bares, clubes y puestos de bebidas que adoquines en las callecitas. El Barrio comienza a tomar vida cerca de las 10 de la noche y dura hasta las 3 de la mañana. Durante esas horas ningún policía pone pie en los adoquines, y nadie se queja de nada. La gente toma, baila y se ríe en la calle, como si fuera el patio de su casa. Eso si, a las 3am, todas las persianas de los locales caen, como si el malo de una película de vaqueros hubiera llegado al pueblo y la máquina limpia calle comienza a correr a todos.
A unos cuantos kilómetros de Lisboa está la ciudad de Sintra. Una villa que creció alrededor de un castillo donde el paisaje es bastante especial y todavía se puede encontrar un poco de misterio en algunos rincones y casas abandonadas. Como la “Quinta de Regaleira”, una mansión de un portugues muy importante que parece estaba involucrado en alguna logia masónica, y ahora el palacio esta abierto al público. Lastima que el pueblo no esta preparado para recibir mucha gente y las calles angostas y empinadas no ayudan a evitar los embotellamientos.
A cuatro horas de colectivo desde Lisboa está Porto, otra ciudad muy importante de Portugal, famosa por sus vinos y su equipo de futbol. Es más pequeña que Lisboa, y tiene un ambiente diferente. Con grandes puentes uniendo las distintas partes de la ciudad y una rivera a lo largo del río, es una escapada perfecta para un fin de semana. (Perdón que no hay fotos de Porto, me quede sin baterías)
No voy a mentir, esperaba un choque cultural un poco más grande y no lo tuve en Europa. ¿Será que Buenos Aires es muy “Europea”?¿Será que somos tan poco originales? Sin embargo no me puedo quejar. Lisboa es una ciudad muy interesante y los portugueses son gente muy viva, mucho más amigable y “relajada” que el resto de Europa, mucho más latinos.
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